Capítulo 2:
Grises de alta confianza

Advertencia:

Aquí se recrea la actualidad de España con situaciones imaginadas, diálogos inventados y personajes ficticios. Dicho de otro modo: esta es una caricatura de la realidad, una parodia, un ejercicio de imaginación. Esta es una novela de Ficción CoyunturalFC.

Lunes 2 de octubre

—Hostia, qué pesados —renegó Piqué entre dientes, justo después de abandonar en medio de [video_lightbox_youtube video_id=»ZBfECZe6Kys» width=»640″ height=»480″ anchor=»rechiflas»] el entrenamiento abierto al público.

Tuvo que esperar hasta que finalizara la práctica de la Selección para expresar ese pequeño desahogo, cuando ya sabía que ninguna cámara podía capturar el movimiento de sus labios.

 

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‘Més que una selecció’

Piqué estaba harto de ser fuente de tanto ruido, pero también de sentirse incomprendido. En efecto, los hinchas que le [video_lightbox_youtube video_id=»VAkko639TwY» width=»640″ height=»480″ anchor=»pitaron»] aquella tarde eran incapaces de comprender que un representante de España apoyara un referendo concebido para separarse de España.

Aduriz y Bartra le dieron una palmada de solidaridad en la espalda. Piqué apenas notó el gesto. Se quedó viendo con desconfianza y fastidio a José Antonio “Quillo” García.

—El presidente Larrea quiere hablarte —informó “Quillo”, asaltando a Piqué en el túnel que conducía al vestuario.

—¿Para qué? —preguntó el jugador con enfado.

“Quillo” no respondió. Se limitó a hacer una mueca de <<qué te voy a decir yo>> y con un ademán le indicó el camino.

Muchas cosas le desagradaban a Piqué de aquel andaluz al servicio de la Selección, empezando por su olor a cigarrillo. En realidad, le repugnaba su actitud servil hacia el nacionalismo español. No soportaba cada vez que lo oía repetir los mensajes preconcebidos del Gobierno y la Corona sobre “unidad” y “pluralidad”.

“Quillo” tocó la puerta de la sala VIP y de inmediato la abrió. Entró y sustuvo la manija hasta que Piqué ingresó. El jugador se encontró una cara conocida pero inesperada, sentada en un sofá junto al presidente Larrea.

—Manuela… Hola… ¿Y esto? —preguntó extrañado.

Aunque Manuela Aguirre Erazo era conocida en el mundo del fútbol, Piqué sabía de ella por otros motivos. La pareja del deportista, una cantante también colombiana, había contratado años atrás los servicios de “lobby” de Manuela, para gestionar algunos asuntos de la artista en Colombia.

A ojos de Piqué, la Mánager era una temeraria cabildera capaz de manipular y presionar a quien hiciera falta, incluso a sus poderosos e influyentes contactos. Le tenía desconfianza por su falta de escrúpulos. Pero también, de alguna morbosa manera, admiraba su determinación.

—Tengo entendido que ustedes se conocen —intervino Larrea—. Creo que asesoró en algo a tu esposa.

Piqué ignoró que le hablaran de su “esposa”. No se había casado, pero el error era frecuente.

—Sí… ¿eso tiene algo que ver con esta reunión? —indagó el jugador confundido, sacudiendo la cabeza.

—No, hombre. Manuela está aquí por otra razón. Siéntate, por favor.

El central catalán agarró una silla y se puso en frente de ambos. “Quillo” tomó asiento en otro sofá, para presenciar la conversación sin intervenir en ella.

—¿Tú crees en esa frase del Barça en la que dicen que son “más que un club”? —preguntó Larrea.

Piqué sospechó de la pregunta.

—Eh… Sí, claro… ¿pero qué más da? —respondió encogiendo los hombros—. ¿De qué vais con todo esto?

Larrea miró a Manuela antes de continuar. Ella permaneció callada.

—Pues nosotros también somos más que una selección de fútbol. Creemos que nuestra responsabilidad puede y debe ir más allá de jugar partidos.

—Ya sé para donde vais… —dijo Piqué con resignación—. Supongo que no debí escribir esos tuits hoy, justo cuando empezamos la concentración. Han sido unos días difíciles… Ayer se han cargado a la gente… Solo iban a votar, hostia… Eso me ha indignado… Y acabamos jugando con el estadio a puerta cerrada… A la gente le dan hostias en la calle y nosotros jugamos como si no fuera con nosotros. Pero bueno… si debo callarme, pues ya está. Lo entiendo. No hacía falta tanto formalismo. Con una llamada habría bastado.

El Presidente de la Federación le hizo un gesto a Manuela, que hasta el momento ni siquiera había correspondido al saludo de Piqué.

—Al contrario —dijo ella—. Queremos que hables más. Queremos que digas más de lo que piensas.

Piqué calló durante un par de segundos.

—Joder… —dijo—. Ahora sí que no entiendo nada.

—Hasta ahora sabemos que estás a favor del referendo en Cataluña —prosiguió Manuela—. Lo que la gente desconoce es si estás a favor o en contra de la independencia.

—¿Para eso me habéis llamado? ¿Para que diga si me gusta o no la independencia? —Hizo una pausa para procesar mejor su respuesta—. ¿Sabéis cuánto me ha costado apoyar el referéndum? Los medios hacen un [video_lightbox_youtube video_id=»36_uHNImpco» width=»640″ height=»480″ anchor=»circo»] cada vez que hablo, y luego es de lo único que preguntan… Después acosan al míster con el mismo tema. Acosan a mis compañeros con el mismo tema. Arman un lío que te cagas. Estamos aquí para jugarnos el Mundial y de lo único que se habla es de lo que he dicho o he dejado de decir. Que si hice este gesto… que si hice este otro…. que si me corté las mangas… que si hice una peineta. Joder… El ambiente se termina enrareciendo. Además, la mitad de la afición está en mi contra. ¿Ahora voy a hacer que me odie la otra mitad?… Y tú, Manuela… perdona…, ¿qué tienes que ver con todo esto?

La Mánager esperó a que Larrea diera una explicación, en los términos que más le parecieran convenientes a él.

—Mmm… Ella… A ella la hemos traído, digamos…, como una consultora —respondió el Presidente de la Federación.

—¿Una consultora?

—Correcto.

—¿Consultora de qué? —inquirió Piqué.

—Pues bueno… Vamos a ver… Como dije… sinceramente… creemos que la Selección es más que un equipo de fútbol y que desde aquí podemos ayudar al país, a la situación difícil del país, pues… no solo dando alegrías con los triunfos, sino también… sinceramente, podemos aportar a que la gente esté más tranquila, de verdad, con lo que está pasando en Cataluña. Entonces… en todo eso nos está asesorando Manuela. Vamos a ver… Nos asesora en cómo podemos ayudar, sinceramente, cómo podemos contribuir, de verdad, al país. Y cómo no somos simples testigos de lo que está pasando, sino que también, sinceramente, podemos poner de nuestra parte para mejorar la situación.

Piqué negó sutilmente con la cabeza. Detestaba la pobreza del discurso de Larrea, además de su ambigüedad. Detestaba aún más su bigote. Para el jugador, ese mostacho anacrónico era simbólico: representaba a una Federación envejecida, anclada al pasado, ajena a la modernidad.

—¿Y qué queréis de mí? —cuestionó Piqué—. ¿Que diga que no tenemos derecho a votar? ¿Y después qué? ¿Tendré que decir que el Rey me parece la hostia y repetir la chorrada de que la Corona simboliza la unidad de España?

—No —repuso Manuela—. Como dije antes, queremos que expreses lo que piensas. O mejor, que digas más de lo que piensas. ¿Por qué no permitir que la gente sepa que votaste en contra de la secesión?

Piqué observó a Manuela con agudeza.

—Tú no sabes lo que he votado —la desafió.

—No lo sé, pero podría apostar a que votaste “no”… Acabas de sugerir que te odiaría la otra mitad de la afición si haces pública tu postura. Imagino que esos serían los independentistas, que no te perdonarían estar a favor de la unidad de España.

¿Conspirando contra Rajoy?

—¿Y qué más da lo que yo piense? —esquivó Piqué, sin refutar ni darle la razón a Manuela—. Le dais demasiada importancia. Ya he dicho muchas veces que es un orgullo estar aquí. No le sigáis el juego a la prensa. Si nos va bien en el Mundial, la gente no va a preguntar si estoy de un lado o de otro. Conmigo no se arregla el problema en Cataluña.

—Solo contigo, no. Pero sí podrías contribuir —argumentó Manuela—. Déjame hacerte una pregunta: ¿no te gustaría ayudar a que las cosas se solucionen? Si pudieras, ¿no estarías dispuesto a poner tu grano de arena para acabar con esta tensión que tiene paralizada a Cataluña? La sociedad está dividida. Hay familias que han dejado de hablarse por cuenta de esta polarización. Se atacan los unos a los otros. Se pitan los unos a los otros. Se invalidan los unos a los otros. ¿No te gustaría ayudar?

—No me jodas, Manuela… Para eso están los políticos. Son ellos los que deberían solucionar esto, no los jugadores de fútbol.

La Mánager le sonrió con complicidad.

—Tú eres más influyente que un político. Muchos quisieran tener una décima parte de tu capacidad para agitar a la gente. En la calle se debaten más tus tuits que los discursos de los diputados.

Piqué no pudo contener una ligera mueca de satisfacción por lo que oía. Manuela recordó que la vanidad, según Al Pacino en una película, es el pecado favorito del diablo.

—¿Sabes qué son los “grises de alta confianza”? —preguntó ella.

El jugador negó con un gesto.

—Es un concepto que ha desarrollado un neurocientífico argentino… Hicieron algo así como un experimento y pusieron a debatir a grupos de personas sobre temas que suelen polarizar mucho: aborto, drogas, pena de muerte… Descubrieron que ciertas personas no se sitúan en ningún extremo de la discusión, pero a la vez están convencidas de que cada bando tiene argumentos válidos. Esos son los llamados “grises de alta confianza”… Estamos hablando de líderes con convicción que no ven las cosas en blanco o negro y, por eso mismo, son capaces de promover consensos en grupos muy polarizados.

Piqué arrugó los ojos, esforzándose para comprender la relación que podría haber entre él y aquel concepto. Manuela lo explicó sin que le preguntaran.

—Tú eres un jugador de fútbol culé, que viste con orgullo la camiseta de la Selección. Eres un líder que defiende el derecho a decidir de los catalanes, pero no se declara independentista. Tú entiendes que este problema no se pinta en blanco o negro… Tú eres un gris de alta confianza.

Hubo silencio.

—No lo sé, no lo sé… —soltó él—. Es cierto que tengo una postura más ecuánime sobre todo esto… pero…

—Esta historia contigo se repite siempre —presionó Manuela—. Cada vez que vienes hay ruido alrededor. Algunas veces pitan más, otras menos, pero siempre pitan. Cuando no eres el primer tema de conversación, eres el segundo o el tercero. ¿Quieres que las cosas sigan igual? ¿No preferirías, al menos, usar esa atención que te dan los medios y la afición en beneficio de una causa que vale mucho la pena?

—Pues no quiero que las cosas sigan igual, pero también te digo una cosa: no quiero aparecer como el que está del lado del Gobierno o de la Corona. Puede que no sea independentista, pero es que tampoco estoy del otro lado.

—Por eso eres un gris de alta confianza…

—Es que a Rajoy no me lo soporto, ¿eh? —se desahogó Piqué cruzando los brazos—. No me creo que un tío así sea el presidente del Gobierno… Cómo es que se ha negado de manera sistemática a hablar con los catalanes de este tema.

—Si algo tienes en común con buena parte de los españoles es su desprecio por Rajoy —replicó la Mánager—. No hay que ser independentista ni catalán para creer que es un mal Presidente… En eso también se está trabajando.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Piqué intrigado. Larrea también sintió curiosidad.

—Te dije antes que este problema no se arregla solo contigo —recordó Manuela—. Eres importante, pero necesitamos más gente como tú. Incluso, vamos a hablar con Iniesta para que nos dé una mano. Él también es un líder y un símbolo que puede atraer consensos. Imagínate: un culé oriundo de Castilla-La Mancha…

—Ya quisiera verlo hablando de la independencia —se mofó Piqué.

—Estoy segura de que lo convenceremos. El punto es que tienes razón cuando dices que este tema no lo arreglamos solo contigo y que los políticos tienen que hacer su trabajo. Rajoy… bueno…, él no es un “gris de alta confianza” que pueda ayudarnos a obtener consensos, por lo menos no hasta ahora…

—Joder… —sonrió Piqué— No me digas que estáis conspirando contra Rajoy.

—Nunca me oirás decir eso —afirmó Manuela con extrema seriedad—. Solo quiero que sepas que son varios frentes en los que estamos trabajando, porque entendemos la complejidad del problema.

—Pero… dime una cosa… —dijo Piqué mirando a Larrea con suspicacia— ¿Desde la Federación estáis armando… qué sé yo… una “gran estrategia” para evitar que Cataluña se independice?

—No, no… —respondió nervioso Larrea—. Yo solo… Vamos a ver… Yo estoy ayudando con lo que puedo, desde la Selección. Lo que tenga que ver con política nacional es cosa de Manuela.

—No solo soy “consultora” de la Federación —aclaró la Mánager—. Hay otros… hay otros sectores que me han pedido ayudar desde diferentes frentes. Para reconciliar a España hay que hacer muchos esfuerzos.

Piqué prefirió no ahondar en esos “otros sectores” de los que hablaba Manuela, al menos no en frente de Larrea.

—Bueno, ¿pero qué pretenden que yo haga?… Yo no puedo salir mañana a decir que estoy en contra de la independencia.

—De momento no hace falta ser tan explícito —tranquilizó Manuela—. Podemos empezar con algo más matizado. Eres lo suficientemente hábil para sugerir que no eres independentista. Puedes dejar implícita esa idea.

Piqué lo meditó por unos instantes.

—Supongo que puedo pensarlo esta semana y encontrar un espacio la otra para decirlo de alguna manera.

—No —dijo tajante la Mánager—. Tiene que ser esta semana, en Las Rozas, hablando como jugador de la Selección.

Piqué buscó a Larrea.

—Pero si nos han pedido no tocar estos temas cuando venimos a jugar con la Selección.

—No te preocupes. Ya está hablado —confirmó Manuela. Larrea asintió—. Luego te darán detalles de cuándo y cómo.

La Mánager cruzó miradas con “Quillo”. El andaluz entendió que debía traer a alguien más. Se levantó de inmediato del sofá en el que estaba y salió.

—Si hay alguien con la inteligencia y ponderación necesarias para salir adelante en esto, eres tú —continuó la Mánager.

—Ok… —dijo Piqué sin convencimiento y acto seguido quiso reafirmar su voluntad, por encima de lo que pretendían imponerle—. Lo voy a pensar.

—Estoy segura de que lo vas a pensar —remató Manuela.

Vino un silencio que sonó a despedida. Piqué se puso de pie y buscó algo de complicidad con Manuela antes de irse.

—¿Qué tal si vas a casa un día y hablamos más de todo esto?

—Me encantaría —afirmó ella—. Salúdame a tu mujer.

Cambio de discurso

Tan pronto Piqué se fue, Larrea empezó a dudar de varios asuntos conversados previamente con Manuela. Había aceptado una serie de ideas y exigencias de las que ahora no estaba seguro.

—No veo tan factible que podamos imponerle a Piqué una rueda de prensa de este tipo… —advirtió el Presidente de la Federación.

Manuela observó a Larrea con soberbia.

—Mire, señor —dijo la mujer—, si usted quiere seguir aquí le sugiero eliminar expresiones como “no estoy seguro de que podamos hacer esta cosa o la otra”. Si lo vamos a mantener como Presidente de la Federación, necesitamos que se crea el Presidente de la Federación. ¿Sabe? Me extraña que usted lleve casi 30 años aquí y todavía dude de la autoridad que se puede ejercer sobre los jugadores.

—Vamos, que no puedo echarme encima a la plantilla y menos a alguien como Piqué.

Manuela escaneó con fastidio a Larrea.

—Usted no tiene nada más de qué hablar con Piqué. Usted le va a dejar muy claro al entrenador cuál es la instrucción, la orden, y el entrenador se entenderá con Piqué. Punto.

—Óigame, aquí no… aquí no podemos… Vamos a ver… Si usted quiere que les ayude, al menos vamos a cambiar el tono.

—Sigue sin entender —lo retó la Mánager—. Usted está aquí para ayudar sí o sí. No importa en qué tono hable yo. Si no va a cooperar, dígamelo de una vez. Este es un tema muy sensible para el establishment. El asunto es tan delicado que le montaron un proceso a Villar para sacarlo de aquí. ¿Y por qué lo sacaron? Por no cooperar en una coyuntura tan determinante para el futuro de España. No alcanza a imaginarse lo fácil que fue salir de Villar. Intervinieron sus teléfonos un día y a los tres meses estaba preso. Pudieron haberlo encerrado a las dos semanas, pero yo misma sugerí que grabaran más. Y sepa esto: con lo que hay en las escuchas, a usted lo podríamos sacar antes de que amanezca.

—Pero… vamos a ver… —replicó Larrea—, yo estoy cooperando.

—No con suficiente convicción… Vea, señor: no entienda esto como una amenaza sino como una oportunidad. Usted puede ser el segundo Presidente de la Federación que gane un Mundial con España. No se queje de mi tono. No deje que el orgullo le quite la perspectiva.

Larrea apretó los dientes y estiró los labios. Su bigote se movió de un lado a otro. Aspiró profundo, contuvo el orgullo en los pulmones y exhaló resignación.

—¿Tiene claro lo que le va a decir al entrenador o se lo repito? —indagó Manuela.

—Que sí, que sí —contestó de mala gana Larrea—. Lo del cambio en el discurso y lo de Piqué.

—No se le olvide presionar con Guardiola y María José.

—Le diré.

Los siguientes fueron 53 segundos de tenso silencio, para Larrea, no para Manuela. Ella había aprendido a dejar que fueran otros los que se incomodaran ante la ausencia de palabras.

Al segundo 54 tocaron a la puerta. Entraron Julen y Paloma, la Jefa de Prensa de la Selección, ambos escoltados por “Quillo”. El entrenador saludó formalmente y tomó la silla en la que había estado Piqué. “Quillo” volvió a su posición testimonial en el sofá y le indicó a Paloma que se sentara junto a él.

—Ella es Manuela Aguirre —presentó Larrea—. Te hablé de ella en estos días.

—Sí —dijo el entrenador—, una asesora de la Federación, ¿verdad?

—Soy más una consultora externa —aclaró ella.

—¿Cómo estuvo el entrenamiento? —preguntó Larrea—. Me contaron que pitaron mucho a Piqué.

—Sí —respondió Julen—. Fue bastante desagradable. Tengo que hablar con él. Lo ha pasado muy mal.

—Bueno, pues de eso quiero hablarte —dijo Larrea, tomando impulso para empoderarse de la conversación—. Vamos a ver… Nosotros acabamos de reunirnos con Piqué y, sinceramente, es un tema muy difícil para todos y comprenderás que lo más importante es la Selección. Ya lo hemos hablado con el jugador y creo, de verdad, que lo mejor es que salga a los medios y dé la cara. Que responda a todo lo que haga falta. Él sabe manejar estos temas. Es un chico muy listo.

—¿Eso qué quiere decir? —dudó Julen—. ¿Qué es eso de “dar la cara”?

Manuela intervino, ocultando su exasperación. Consideraba que Larrea perdía el tiempo justificándose, cuando debería estar notificando una orden.

—El presidente Larrea ha decidido que Piqué responda, en una rueda de prensa, a todas las preguntas que le quieran hacer sobre Cataluña y la independencia.

La Mánager hizo énfasis en la expresión “el presidente Larrea ha decidido”, no con la intención de que el entrenador captara el mensaje, sino con el propósito de que el mismo Larrea entendiera que no estaba ahí para negociar.

—No estoy seguro de que sea una buena idea —cuestionó el entrenador—. Yo vengo diciendo que hay que hablar de fútbol. A todos los jugadores les he pedido que hablemos de fútbol. Honestamente, para mí es un coñazo que estemos hablando de Cataluña, cuando nos estamos jugando la clasificación al Mundial.

Manuela clavó sus ojos en Larrea y el Presidente sintió la presión.

—De eso también quería hablarte. Hay que cambiar el discurso…

—¿Cuál discurso?

—Tú discurso.

—No entiendo.

—Pues que hasta ahora has venido diciendo que solo nos importan los temas deportivos y que la política no nos ocupa. Pues a partir de este momento la coyuntura política también ocupa a esta Federación, a esta Selección y, por extensión, a su entrenador.

El seleccionador se quedó masticando las palabras de Larrea.

—¿Eso significa que ahora hay que hablar de Cataluña?… Pero vamos a ver… ¿A favor de quién se supone que nos posicionamos…?

—Nos posicionamos a favor de la unidad de España, como no podría ser de otra manera —aclaró Larrea—. Eso no significa que vamos a estar hablando de este tema todo el tiempo… al menos no explícitamente. No tienes que pronunciar ni la palabra “independencia” ni la palabra “Cataluña”. Pero sí… sí seremos una entidad a favor de la reconciliación y el diálogo, que hable en un tono más conciliador. Sinceramente, la Selección es el símbolo que más nos puede unir. Es nuestra responsabilidad enviar un mensaje de unidad alrededor de la Selección. Queremos invitar a todos lo españoles, a los catalanes especialmente, de verdad, a que se sientan todos del mismo país a través de una misma camiseta. Tampoco estamos inventando nada. Lo hizo Mandela en Sudáfrica con el rugby. Pues lo queremos hacer en España con el fútbol.

La cara de Julen brilló con sorna.

—¿Y quieren que un técnico vasco participe activamente en esto? —planteó el seleccionador señalándose a sí mismo.

Larrea comprendió la pregunta capciosa. Los vascos han tenido su propia historia de amor y odio con el secesionismo. No sabían cuál era el caso de Julen.

—Dímelo tú —lo desafió Larrea—. ¿Tienes algún problema con participar activamente en esto?

El entrenador se permitió unos segundos antes de responder.

“Contacto con Guardiola”

—Políticamente no tengo ningún problema —dijo al fin Julen—. Es más un tema de coherencia, sobre todo, frente a los jugadores, pero también frente a los medios y frente a la afición. He dicho siempre que hablemos de fútbol. No me parece conveniente que ahora diga otra cosa, ni de cara al equipo ni de cara a la galería…

Manuela estaba a punto de perder la paciencia. Iba a intervenir pero Larrea la detuvo haciendo una señal con la mano.

—Julen, no te estoy consultando… Te estoy pidiendo dos cosas: uno, que Piqué dé una rueda de prensa, tan amplia como sea posible, antes del partido contra Albania. Y dos, en las entrevistas de esta semana vas a empezar a hablar de la Selección como un símbolo que va más allá del fútbol… como un… qué se yo… como una oportunidad para superar problemas que pensábamos imposibles de resolver… o para unirnos por encima de las posturas políticas. Vas a empezar a ser un vocero de esta causa. Manuela nos hará llegar unas ideas que luego te compartiré para que las uses en entrevistas y ruedas de prensa.

Como era de esperarse, Julen se dispuso a poner a Larrea en su lugar.

—A mí me gusta ser coherente y lo que me pides no es coherente con lo que he venido diciendo. Vamos a dejarlo claro: yo he venido aquí a ser entrenador de la Selección, no a ser instrumento político de nadie.

Larrea ya estaba montado en el caballo de la autoridad. Habló despacio.

—Julen… como acabas de decir, “vamos a dejar esto claro”… muy claro: el entrenador de esta selección nacional de fútbol, además de convocar jugadores, va a ser un líder que contribuya a la reconciliación con Cataluña. De eso no tengo duda. Lo que no sé, y eso me lo tendrás que decir tú, es si ese entrenador va a cambiar o seguirá siendo el mismo.

Hasta ahí le llegó el impulso a Julen. Ningún jugador de fútbol o entrenador ha tenido, nunca, orgullo suficiente para perderse un Mundial.

—No me digas que eres capaz de cambiar de seleccionador a menos de un año del Mundial —dijo Julen, más con duda que con convicción—. El país entero te come vivo. Y los jugadores… ¿Has pensado en cómo reaccionarían los jugadores?

—Lo he pensado. Por eso creo que a nadie le conviene sentirse intocable… Ni Villar, como te habrás dado cuenta, es intocable… —Larrea reacomodó su postura en el sofá antes de hacer su siguiente anuncio—. Y como nadie es intocable, voy a despedir a María José.

—Vamos a ver… —soltó Julen sorprendido—. ¿Por qué…? Eh… Los jugadores tienen muy buena relación con ella. No les va a gustar su salida.

—Lo que a ti y a los jugadores les debe interesar es una sola cosa: en esta coyuntura cualquiera puede caerse del barco.

—Pero bueno… una cosa es despedir a quien tiene un cargo administrativo en el equipo de fútbol, y otra cosa es despedir al entrenador… No se puede comparar…

—Hemos activado un contacto con Guardiola —interrumpió Larrea, con frialdad, casi como si estuviera dando la hora o pidiendo un vaso de agua.

Julen quedó pasmado. En este instante no entendía si su despido era un hecho o si aún le estaban haciendo una advertencia.

—Supongo que oíste lo que dijo Guardiola la semana pasada —complementó Larrea.

Por supuesto, Julen lo había escuchado. En una entrevista a la BBC el técnico del City había dicho que le gustaría entrenar a la selección española, por encima de una eventual selección catalana. Declaraciones así no ocurren por azar. Julen sabía eso. También creía que el nombre de Guardiola, como seleccionador de La Roja, haría olvidar el suyo tan rápido como desaparecen las noticias del día anterior. Ninguno como él podría suscitar más pasión, ilusión y debate. La sola idea le parecía brillante.

—Lo oí —respondió Julen, intentando en vano hacerse el despreocupado.

—No fue algo fortuito —añadió Manuela—. A través de un tercero, le pedimos a Guardiola que hiciera algún tipo de guiño si le interesaba ser el seleccionador de España. Varios creemos que sería el técnico ideal para lo que estamos buscando. La historia se podría titular de tantas maneras… Imagínate: “Un catalán nacionalista comprometido con el sueño de toda España”. Además, las cámaras lo aman. ¿Sabía que eso está medido? —dijo esto último dirigiéndose a Larrea—. En los partidos de Champions lo ponen en pantalla más que a cualquier otro entrenador. Deberíamos echar a andar ese dato…

—Guardiola es lo que llaman un “gris de mucha incidencia” —confundió Larrea.

Manuela torció los ojos. <<Pero qué bestia>>, pensó. <<Con lo bien que iba…>>.

—¿Un gris qué? —preguntó perdido Julen.

—Un “gris de alta confianza” —corrigió la Mánager.

—Eso, eso —dijo Larrea.

—Es un concepto de un neurocientífico… Nada… No importa. Olvídenlo —se rindió Manuela.

—En fin… —retomó Julen, queriendo ironizar sobre su posible remplazo—, supongo que Guardiola va a apoyar la unidad de España y se va a ir en contra de la independencia de Cataluña y de sus amigos independentistas.

—Pues hace un año ni el papá de Guardiola veía posible que su hijo entrenara a la selección española y mira en dónde vamos —recordó la Mánager—. Nosotros lo vemos como un gesto poderoso de reconciliación y unidad con Cataluña. ¿Te imaginas que España gane el Mundial, liderada por un catalán aparentemente independentista? Y digo “aparentemente” porque nunca ha sido explícito… ¿Te imaginas a Guardiola y a Ramos levantando la copa? ¿No sería una gran manera de transmitir que Cataluña y el resto de España pueden alcanzar grandes hazañas cuando trabajan juntas?

—Lo que yo prefiero… —retomó el Presidente de la Federación, dirigiéndose a Julen— es que tú sigas siendo el entrenador que viaje con nosotros a Rusia. Pero la decisión es tuya. Así que dime: ¿vas a estar alineado con el propósito de esta Directiva o vas a ver los partidos desde tu casa?

Julen le quitó la mirada a Larrea. Se quedó viendo a la nada, analizando la situación y mordiéndose con ansiedad la cara interna de sus mejillas.

—¿Y entonces…? —recapituló el entrenador resignado, revolviendo los ojos­—. ¿Tengo que hablar de cómo podemos lograr “cosas imposibles” si trabajamos “unidos”?

—Desde hoy mismo —puntualizó Larrea, dirigiéndose a la Jefa de Prensa.

Paloma asintió nerviosamente. Ella, que solía andar con una expresión de cervatillo en peligro, tenía los ojos más abiertos que de costumbre. Estaba impactada por el contenido y el tono de la conversación que acababa de presenciar.

—Además de coordinar la ronda de medios de Julen —añadió Larrea—, vamos a organizar la rueda de prensa con Piqué y tenemos que pensar muy bien cómo no hacemos de eso un circo.

<<Demasiado tarde>>, pensó el entrenador.

Julen se retiró de aquella reunión molesto y con el ego tocado. En un pasillo se encontró a Antolín, el llamado “analista” de la Selección, encargado de estudiar tanto a jugadores españoles como a los rivales del equipo.

—Qué pasa, míster —saludó amable Antolín, como de costumbre.

—Dime una cosa… —pidió Julen con antipatía y sin dejar de caminar—. ¿Quién es el entrenador de fútbol al que más pinchan en las transmisiones de televisión?

Aunque la pregunta era clara, Antolín no supo qué contestar. No entendía que le estuvieran hablando en serio.

—Vamos, hombre —insistió Julen, alzando la voz—. ¿A qué entrenador crees que le hacen más tomas en un partido?

Antolín, que ahora perseguía a Julen, soltó el primer nombre que se le vino a la cabeza.

—¿Guardiola?

—¡Ah! —espetó Julen malhumorado—. Qué listos sois todos, ¿verdad? Qué listos sois.

 

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