Capítulo 3:
Todos contra Rajoy

Advertencia:

Aquí se recrea la actualidad de España con situaciones imaginadas, diálogos inventados y personajes ficticios. Dicho de otro modo: esta es una caricatura de la realidad, una parodia, un ejercicio de imaginación. Esta es una novela de Ficción CoyunturalFC.

La Zarzuela. Domingo 25 de feb.

—¿Sabéis qué ocurriría si se filtra esto? —dijo el rey Felipe. La pregunta era retórica—. Me puedo imaginar los titulares: “La Corona conspira contra Rajoy”… “La Monarquía atenta contra el sistema democrático y contra sí misma”. Sería un desastre… un tiro en el pie.

Estaban en la biblioteca del Pabellón del Príncipe, en la primera planta de la residencia en la Zarzuela. El rey Juan Carlos mantenía el bastón negro entre las piernas y la mirada perdida en la alfombra. Su hijo lo observó con compasión y desconfianza.

 

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Dos reyes, un desastre

(Lectura estimada: 2 min 33 s)

Juan Carlos se veía débil, casi fatigado por el solo hecho de respirar. Por eso la compasión de Felipe hacia él. La decrepitud hacía dudar de la capacidad del rey emérito para analizar una situación con suficiente claridad. De ahí la desconfianza.

—La situación ya es un desastre —dijo al fin Juan Carlos—. Podríamos no hacer nada, que es lo que se espera de nosotros. O no… eso es lo que la gente espera de nosotros. Porque las instituciones sí esperan que la Corona haga algo. Eso te lo puedo decir yo.

Felipe corrigió un poco su pensamiento anterior. Las palabras de su padre tenían sentido. Parecía lúcido, al menos por lo que decía. En contraste, su mirada vidriosa y aparentemente absorta evocaban una persona ida.

—No estoy diciendo que no lo haré —explicó Felipe—. Lo que quiero es que todos tengamos clara la absoluta confidencialidad que esto requiere.

Manuela entendió que el mensaje iba para ella.

—Para mí es absolutamente claro —dijo la colombiana.

—Hábleme un poco de lo que han venido haciendo hasta ahora. Mi padre ya me ha contado algo, pero quisiera escucharla a usted.

—Sí —contestó Manuela—. Hasta ahora nos hemos venido centrando…

La reina Letizia interrumpió a la Mánager, sin hacer ruido pero asomándose desde el corredor y haciendo un gesto de “adiós” con la mano. Las infantas estaban junto a ella, en actitud de querer entrar a despedirse pero esperando que les dieran permiso.

—¿A qué hora vuelves? —preguntó Felipe.

—Al mediodía, más o menos —respondió la Reina.

—Vale. Las veo al almuerzo. Me apetece una comida amable. La cena de esta noche en Barcelona va a ser tensa.

—¿Vas a estar en la mesa con la Alcaldesa?

—Y con Torrent… Supongo que estaremos en lados opuestos, ignorándonos. Ya sabes cómo es.

—¿Pero entonces sí van a recibirte?

—No, no… en el besamanos no van a estar. Siempre es muy popular hacerle un desplante al Rey en Cataluña. Venid —les pidió Felipe a sus hijas—. Dadle un beso a papá y al abuelo.

Manuela observó la escena con antipatía. Ni se puso de pie para Letizia ni sonrió para las niñas. Su actitud era consciente. Creía que así enviaba un mensaje: <<No me muevo bajo sus reglas ni vivo bajo sus lógicas>>.

Nunca se dirigía a los reyes como “Su Majestad”. Ni siquiera les concedía un “Señor”. El truco era fácil. Bastaba con esquivar títulos de cualquier clase. No decía “gracias, Su Majestad” o “yo me encargo de eso, Señor”. Simplemente, “gracias” o “yo me encargo”.

Por un segundo, la Mánager se dio cuenta de que allí (en ese salón, en ese momento, compartiendo aire con ella) estaba reunida la familia real. Faltaba la reina Sofía, claro, aunque su retrato colgaba sobre la chimenea.

Lo que más llamó la atención de Manuela, sin embargo, fue el rostro de Letizia. Había algo extraño en sus facciones que no supo identificar en el momento, pero de lo que varios medios de comunicación ya se habían encargado de especular en las últimas horas.

Piqué y el escudo de España

(Lectura estimada: 2 min 24 s)

—Cuénteme, por favor —le pidió Felipe a Manuela, una vez se fueron su esposa e hijas.

—Sí… Le decía que nos hemos venido centrando en dos grandes objetivos. Uno es el desprestigio del Barça, como institución, para que deje de ser un altavoz legítimo de la secesión

—Entiendo que ahí han tenido éxito —se adelantó Felipe.

—Correcto —retomó Manuela, haciendo un esfuerzo para ocultar su incomodidad. Detestaba que la interrumpieran—. Presionamos a Bartomeu a tal punto, y lo metimos en tantas peleas, que él mismo desistió de ayudar al “procés”. Eso lo enemistó con los independentistas. También estuvimos muy cerca de evitar que Messi renovara…

—Y al final renovó… —se apresuró de nuevo el Rey.

A Manuela le molestaba aún más que la interrumpieran para decir obviedades.

—Así es… Con la condena por fraude fiscal casi lo sacamos corriendo de España. No lo logramos pero tampoco hizo falta. El Barça no es, a día de hoy, un vocero del independentismo. Esa era la idea. Más jugado está el City con el lazo amarillo de Guardiola, pero esa es otra historia.

—Leí que tienen la peor asistencia al estadio en muchos años —apuntó Felipe.

—Es una baja generalizada en los estadios de toda España —matizó la Mánager—, pero hemos logrado que se entienda, sobre todo, como una dificultad puntual del Barça por la crisis política en Cataluña.

—Ok —dijo el Rey asintiendo.

—El segundo objetivo tiene que ver con la Selección Española y cómo usamos su influencia a favor de la unidad del país. Lo mejor que ha pasado es que Piqué nos ha comprado la idea de ser un símbolo y contribuir. A su manera, pero nos ha ayudado.

—Sugiriendo que no es independentista

—Sí. Y estamos trabajando en unos mensajes para que los incluya en un artículo firmado por él, para cuando la Selección esté concentrada en marzo.

—¿Qué mensajes?

—Cosas como que todos juegan para un mismo país, que lo mejor que le ha pasado es ganar el Mundial para España, que se siente orgulloso de portar el escudo…

Felipe arqueó las cejas.

—¿Piqué va a decir que se siente orgulloso de llevar el escudo de España? —preguntó el monarca sorprendido.

—En eso estamos trabajando.

Ver para creer —dijo el Rey escéptico y observando a su padre—. ¿Tú piensas que esto va a servir de algo?

Juan Carlos miró a su hijo de vuelta, como saliendo del letargo en el que no estaba. Su respuesta evidenció que iba al ritmo de la conversación.

—No lo sé. Pero si sé que la parálisis no sirve de nada. Si en Cataluña se ha llegado tan lejos, es por el inmovilismo de muchas personas, incluyéndonos a nosotros.

<<Ahora es autocrítico cuando ya no es su reinado>>, pensó Felipe de su padre.

—Bueno —intervino Manuela— el inmovilismo sí sirve, para quien está en control del inmovilismo.

Paraliza y vencerás

(Lectura estimada: 3 min 52 s)

Ambos reyes la miraron con seriedad, más enfadados que curiosos. No estaban de humor para adivinanzas.

—Vean a Rajoy —explicó Manuela—. Es el rey del inmovilismo. Parece que no tiene afán de nada. Sabe cuando quedarse quieto y aguantar en posición de estatua hasta el límite. Es como si esperara a que los demás cometieran errores y luego termina ganando. ¿Qué hizo Rajoy hace dos años, cuando usted lo propuso como candidato a la investidura? —planteó Manuela, dirigiéndose a Felipe—. Se quedó quieto. Declinó ser investido en ese momento pero tampoco renunció a ser candidato. ¿Sabe cómo le decimos a eso en Colombia?: que ni raja ni presta el hacha. Pero eso sí, dejó que los demás pisaran en falso.

El rey Felipe se lo tomó personal.

—Yo no pisé en falso —reviró el monarca—. Yo hice público que él declinó mi oferta y eso le costó mucho a Rajoy. Fue muy criticado.

—Acabó siendo el presidente del Gobierno español —respondió Manuela sin parpadear—. Diez meses aguantó Rajoy. Diez meses. En ese tiempo hubo nuevas elecciones, Ciudadanos hizo pactos con todo el mundo para desbloquear la investidura, Sánchez terminó descabezado cuando quiso oponerse con uñas y dientes a la elección de Rajoy, usted sumó cinco rondas de consultas cuando su padre había hecho apenas diez en 40 años de reinado… Todos se movieron. Todos: los partidos en el Congreso, la ciudadanía en las urnas, la Corona en la Zarzuela… ¿Y quién ganó al final? El que más supo aguantar quieto.

El rey Felipe arrugó un poco su expresión.

—No entiendo. Me está diciendo que lo mejor es quedarse quieto, pero ha venido a decirme que haga algo, ¿o no?

—He venido a decirle que debe tomar control del inmovilismo. Eso significa que hay que tomar la iniciativa, no solo para saber cuando y cuanto aguantar, sino también para maniatar al otro… para acorralar al otro y llevarlo a cometer errores. “Paraliza y vencerás”. Rajoy también es muy bueno en eso y ustedes lo saben. Con su inmovilismo controlado ha mantenido a la Corona de brazos cruzados. A ustedes los ha marginado de la vida institucional. Les parqueó la visita a Reino Unido por más de un año, ¿o no? Y esta es la hora en que no han podido viajar ni a Marruecos.

Por un instante Felipe quedó con la expresión perdida. Estaba masticando la amargura de que otros lo tomaran por tonto. Recordó la portada de una revista satírica, que le fastidió particularmente, con motivo de su proclamación como rey.

—Sigue sin decirme qué es lo que sugiere —insistió Felipe.

—Hay que inmovilizar el gobierno de Rajoy, pero no por decisión de él. Hay que maniatar a la Moncloa. Debemos impedir que el Congreso apruebe los presupuestos del Estado. Es la mejor arma que tenemos para llevar a Rajoy a unas elecciones anticipadas. El que más tiene que perder en este pulso es él. Quien está obligado a hacer algo siempre es quien está en el gobierno. Si los demás se quedan quietos, y aguantan, podremos cambiar de presidente. Para eso hay que hablar con Sánchez y con Rivera, para que se sientan respaldados por la Corona, para que se envalentonen, y tanto el PSOE como Ciudadanos pongan a Rajoy contra las cuerdas.

Felipe inhaló una larga bocanada de aire. Exhaló mirando hacia el techo.

—Tarde o temprano me iba a llegar la hora de “borbonear” —reflexionó, buscando la complicidad de su padre—. ¿Qué crees que debería decirles a Sánchez y a Rivera?

Juan Carlos lo meditó un poco antes de responder.

—Hay que tocarles el ego. Ya te diré algo que puede funcionar.

Felipe volvió a suspirar.

—Me cuesta creer que estemos hablando de esto.

Manuela se apresuró a recordarle la motivación, quitándole espacio a ideas que lo llevaran a recular.

—Usted no hace esto porque tenga más o menos química con Rajoy. Usted hace esto porque sabe que la reconciliación con Cataluña no pasa por las manos del actual presidente. Usted está convencido de que se necesita dialogar con los independentistas para no romper a España. Y esa posibilidad, la del diálogo, no está sobre la mesa mientras Rajoy siga en la Moncloa.

Felipe asintió reflexivo.

—Y bueno… —dijo el monarca recordando que el tema era mucho más complejo—. ¿Están haciendo algo en Cataluña o solo están dedicados a que el Rey conspire contra el presidente de su propio gobierno?

Manuela sonrió por primera vez en toda la mañana.

—Hoy mismo tenemos a alguien conspirando contra el independentismo en la casa de Puigdemont. Usted lo sabe: otra manera de inmovilizar a Rajoy es manteniendo la parálisis en Cataluña.

***

“La de las tetas gordas”

(Lectura estimada: 2 min 42 s)

Waterloo, hotel Le Côté Vert

Sofía Vidal dejó su móvil sobre la mesa y le dio “play” a la [video_lightbox_youtube video_id=»URFa4zKMwMU» width=»640″ height=»480″ anchor=»grabación telefónica»] que allí tenía guardada.

—[…] están buscando en el mercado de invierno una rumana independentista para hacerla Consejera de Educación. No encuentran ninguna mujer.

—¿La mujer de Puigdemont no es rumana? (risas). Supongo que ella sí podrá.

—Están buscando a una rumana, vía la mujer de Puigdemont, o una brasileña. Son resultonas.

—(Risas) Muy bien, muy bien […].

—Escucha, es que encontrar mujeres…

—No, no, encontrar mujeres es misión imposible. Es más fácil inaugurar un auditorio que encontrar mujeres.

—Sí, mira, porque aquí a la que tenga las tetas bien gordas se lo das.

—(Risas)

El audio llegó a su fin. Ponsatí sintió rabia. Sofía pudo detectar el enojo de su interlocutora, pero no estaba segura de qué la enfadaba.

—¿Sabe qué es lo que me molesta? —dijo Ponsatí, como si hubiera leído el pensamiento de Sofía—. Todo. Me molesta que haya cerdos machistas hasta en las causas más nobles. Me molesta que tengamos que negociar con esos idiotas de ERC en beneficio de la independencia. Me molesta… me molestan las carcajadas del otro idiota… ¿Quién es ese subnormal que se ríe de lo que dice Salvadó?

—El Alcalde de la Ràpita.

Ponsatí se permitió unos segundos de indignación en silencio.

—¿Sabe qué es lo que más me molesta, por encima de todas las cosas? —añadió la exconsejera de Educación de la Generalitat—. Lo que más me molesta es estar aquí, viéndome con usted a escondidas, en la habitación de este hotel. Tanto que he arriesgado en mi vida para terminar… terminar filtrando información de nuestro grupo. ¿A cambio de qué? ¿A cambio de un audio entre dos idiotas que hablan como adolescentes?

—El audio es un “regalo” —explicó Sofía, mientras ponía sobre la mesa una memoria USB—. Ahí está guardado. Puede botarlo, mostrárselo a Puigdemont, filtrarlo a los medios o restregárselo en la cara a Salvadó o a su partido. La decisión es suya.

—¿Por qué me da esto? Yo no se lo he pedido. No hace parte del acuerdo que tenemos.

—Porque creo que es importante que sepa con quién está tratando en el independentismo. Porque usted es una académica preparada, una profesora digna de respeto, una mujer que ha dedicado su vida a aportar. No se merece que un cabrón se refiera a usted como “la de las tetas gordas”.

—No me tome por tonta —reclamó Ponsatí—. Esa conversación es anterior a mi nombramiento. Nadie sabía aún quién iba a ser la consejera. Estaban haciendo un chiste misógino de mal gusto y ya está. No hablaban específicamente de mí.

—Cuando la nombraron —mintió Sofía— Salvadó empezó a referirse a usted, en privado y frente a otros miembros del gabinete, como “la consejera de las tetas gordas”. No necesitará que consiga otro audio para creerme.

Ponsatí digirió la idea. Un nuevo impulso de rabia se apoderó de su cuerpo.

—Qué cabrón —musitó—. No hay respeto por nada. ¡Soy una mujer de 60 años!

Era la reacción que Sofía deseaba, así la exconsejera tendría más ánimo de revancha para entorpecer la negociación de su grupo con los independentistas de ERC.

Con 155 no hay presupuestos

(Lectura estimada: 3 min 7 s)

—Con respecto a nuestro acuerdo —retomó Sofía—, he venido a confirmarle que puede regresar a seguir dictando clases en Saint Andrews. El juez Llarena no reactivará ninguna orden de detención contra usted. Podrá reincorporarse a la universidad y moverse libremente por Europa, siempre y cuando no vuelva a España.

Sofía mentía de nuevo. Cuando lo hacía, una expresión de cinismo se asomaba en su rostro.

—¿Y qué garantía tengo de eso? —preguntó Ponsatí.

—La misma que ha tenido conmigo hasta ahora —explicó Sofía—. Me extraña que lo dude. Yo misma le dije que debían salir de España antes de que ordenaran detenerlos. Y luego cumplí mi palabra cuando les quitamos de encima las órdenes de detención. Pensé que la confianza en nosotros estaba más que probada.

Ponsatí le dio la razón en silencio, resignada.

—¿Sabe una cosa?… —planteó la exconsejera, nostálgica, como si se estuviera despidiendo de un ser querido— en teoría…, si el mundo fuera racional, Cataluña tendría todo el derecho de independizarse y España debería sentarse a negociar.

Sofía recordó en ese momento que Ponsatí era una experta en teoría de juegos, negociación y resolución de conflictos.

—Pues, en teoría —continuó la exconsejera—, los políticos de ERC no deberían ser unos subnormales como el cerdo de Salvadó, ¿verdad? En teoría, yo no debería dejarme afectar por la estupidez de otros… En teoría… yo no debería contarle que estamos presionando para que, en vez de Puigdemont, Jordi sea el candidato a la investidura.

A Sofía la tomó por sorpresa el anuncio.

—¿Cuál Jordi?

—El de la ANC.

—¿El que está en la cárcel?

La exconsejera resopló.

—¿No es eso lo que querían de mí? —cuestionó Ponsatí— ¿No querían que bloqueara al máximo un acuerdo de investidura proponiendo candidatos imposibles? ¿No querían que Cataluña quedara paralizada y sin gobierno?

—No olvide que usted ha estado de acuerdo con esta estrategia —le recordó Sofía a la exconsejera—. Si la Generalitat sigue sin presidente, Rajoy tendrá que mantener el control de Cataluña con el 155; y mientras Cataluña siga sin plena autonomía y autogobierno, Rajoy no tendrá los votos que necesita del PNV para aprobar sus presupuestos… y sin presupuestos, podremos adelantar elecciones y salir de Rajoy.

—Ahora va a decir que fue idea mía… —replicó Ponsatí— En fin… el caso es que propuse a Jordi como Presidente de la Generalitat. Vamos a estar patinando sobre esa idea un buen tiempo.

—¿Puigdemont le compró la idea?

—Totalmente. De todo lo que estamos negociando, eso es lo único innegociable. Puigdemont sabe que la parálisis lo beneficia, le permite seguir en la agenda. El día que haya gobierno y empiecen a fluir las cosas, su figura será irrelevante.

Sofía se puso de pie, con una enorme cara de satisfacción. Ponsatí también se levantó.

—Regrese tan pronto como pueda a su universidad en Escocia. Si sigue untándose las manos con Puigdemont y el independentismo… se arriesga a ser procesada, por otro juez o por el mismo Llarena.

No voy a dejar de opinar y de hablar sobre nuestro derecho de autodeterminación, esté donde esté.

—Buen viaje —se limitó a decir Sofía.

Ponsatí miró de reojo la memoria USB que permanecía en la mesa. La agarró y salió de la habitación. Unos segundos después, Sofía ya estaba llamando a un periodista amigo para poner en movimiento las últimas novedades.

—Hola, Miquel —saludó ella al teléfono.

—Me gustan tus llamadas. Siempre sale algo bueno —dijo el reportero.

—Supongo que quieres saber algo que, a esta hora, nadie más sabe.

—Pero claro.

—Oye bien: Puigdemont le propuso a ERC que el candidato a la investidura sea Jordi.

—¿Cuál Jordi?

—El de la ANC

—¿El que está en la cárcel?

Sofía soltó una corta carcajada.

—Lo mismo dije yo.

***

Tocando egos en Cs y el PSOE

(Lectura estimada: 3 min 5 s)

Madrid, martes 27 de febrero

Sánchez llegó media hora más temprano a su despacho, el de Secretario General del PSOE, en la Calle Ferraz número 70, de Madrid.

A la misma hora, el líder nacional de Ciudadanos esperaba a ser recibido por el Rey en el Palacio de la Zarzuela.

<<Juanma, ya estoy en la oficina. Estas??>>, chateó Sánchez a su jefe de gabinete.

—Señor Rivera, siga por favor —dijo Alfonsín, jefe de la Casa Real.

Juanma tocó la puerta del despacho y entró.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Ha pasado algo muy raro —le contó Sánchez a su hombre de confianza—. No imaginas en dónde estuve anoche.

—Gracias por venir —dijo el rey Felipe a Rivera— y gracias por atender este llamado de improviso y tan temprano.

—¿Te llamaron de la Zarzuela así como así? ¿De improviso y tan tarde? —preguntó Juanma a Sánchez.

—Eso es lo de menos —advirtió el Secretario General del PSOE—. Lo más raro es lo que me dijo el Rey.

—Lo he llamado —explicó el rey Felipe al líder de Ciudadanos, en tono apacible y con su voz siempre ronca— porque quiero manifestarle mi más profunda admiración personal, por su liderazgo, por su talante y por su valentía. Ojalá España tuviera más políticos como usted. Y ojalá una persona como usted liderara nuestro gobierno, más pronto que tarde.

—Espera, espera, espera… —pidió Juanma confundido, como si intentara resolver un cubo Rubik—. ¿Te lo ha dicho así? ¿Dijo que te “admiraba”?

—Sí… —respondió Sánchez dudoso, como si no acabara de creerlo.

—¿Y dijo que ojalá tú fueras el Presidente de Gobierno?

Sánchez recabó detalles en su memoria.

—Creo que dijo… “ojalá alguien como usted fuera el Presidente del Gobierno”…

—Eh… —Rivera balbuceó, absolutamente desconcertado—. Muchas gracias, Majestad… Eh… Su Majestad… Mmm… ¿A qué se refiere cuando dice “liderar el Gobierno más pronto que tarde”?

El Rey sonrió con picardía, usó sus dos manos para estrechar la mano derecha de Rivera y reforzó su gesto afectuoso con tres palmadas en la espalda mientras lo acompañaba a la puerta.

—A ver, a ver, a ver… —dijo Juanma como si le estuvieran hablando del avistamiento de un unicornio—. ¿Te dijo tres frases y se despidió?

—Ni siquiera nos sentamos, macho —confirmó Sánchez—. Es que… vamos, que no estuve en su despacho ni un minuto.

—¿No te dijo nada más? —insistió Juanma—. ¿Nada?

—No… Nada… Ah, sí —recordó Sánchez—, solo una cosa más.

­–

—¡Ah! —soltó el Rey a Rivera, antes de que el líder de Ciudadanos saliera del despacho—. Por favor, no le cuente a nadie de esta conversación, y mucho menos la mencione por teléfono o por mensajes de texto o por correo.

Rivera asintió desde la puerta sin terminar de entender lo que acababa de pasar.

­–

Juanma soltó la misma conclusión a la que Sánchez había llegado la noche anterior.

—El Rey quiere que tú seas Presidente… ¿en elecciones anticipadas?

—¿Me estás preguntando o me estás diciendo tu interpretación? —indagó Sánchez.

Juanma no supo qué contestar.

—Creo que quiere elecciones anticipadas —validó Sánchez.

—Joder… Pero… —reflexionó Juanma— ¿no es eso una conspiración del jefe de Estado español contra el presidente de su propio gobierno?

Sánchez ya lo había pensado. Miró con algo de estupefacción a su jefe de gabinete y asintió ligeramente.

—¿Y qué vas a hacer?… Bueno… ¿Qué vamos a hacer? —preguntó Juanma.

—Pues… —dijo el Secretario General del PSOE— si tenemos el respaldo de la mismísima Corona… vamos a presionar a Rajoy. Vamos a darle con todo lo que tengamos, desde los presupuestos hasta las pensiones. ¿A qué hora viene tu tocayo de El Confidencial? Con él podemos empezar a dar unos buenos titulares.

***

Exprimir a Rajoy

(Lectura estimada: 2 min 11 s)

Barcelona, miércoles 28 de feb.

El coche de Arrimadas se detuvo frente al Mobile World Congress. El enjambre de periodistas, que aguardaba a la entrada del evento, especuló sobre los ocupantes del vehículo. La líder de la oposición en Cataluña hablaba en el asiento trasero con el líder nacional de su partido.

—Es que no me lo puedo creer —dijo Arrimadas, hablando también con las manos—. Que el Rey se quiera cargar a Rajoy… Esto ya es de locos.

—Vamos, que no me lo dijo así… —aclaró Rivera— mmm… pero sí…, eso entendí.

—Oye, Daniel —se dirigió Arrimadas al responsable de prensa de Ciudadanos, que participaba en la conversación desde el puesto del copiloto—, ¿podríamos preguntarle a Imma, a ver si nos ayuda a interpretar lo que dijo el Rey? ¿No hablaría ella con Letizia? Vamos, que si son tan amigas

Daniel frunció el ceño y negó con la cabeza. Respetaba a Arrimadas, pero cada tanto tenía que atajarle ciertas ligerezas. Giró su cabeza 45 grados a la izquierda, apenas para que desde atrás vieran su gesto de <<ni de coña>>.

—Bueno —dijo Arrimadas, sin insistir en la idea —, ¿y qué vamos a hacer?

Rivera ya lo había hablado con Daniel, antes de viajar a Barcelona.

—Pues si estamos en lo correcto y hasta el Rey quiere que Rajoy se vaya… —respondió el líder de Ciudadanos mirando por la ventana a los reporteros que esperaban en la entrada— yo encantado. Y si la mismísima Corona quiere que yo sea Presidente, pues mejor aún.

—¿Vas a bloquear los presupuestos en el Congreso? —preguntó Arrimadas—. Me suena a que estamos siguiendo el guion de Sánchez. ¿Vieron lo que dice hoy en El Confidencial? Que si no hay presupuestos Rajoy debe convocar elecciones anticipadas.

—No —contestó Rivera con un aire de suficiencia—. Si seguimos sin gobierno en Cataluña y Rajoy mantiene el 155, los vascos ya han dicho que no cuenten con ellos para los presupuestos. Dejemos que el PNV los bloquee y que Sánchez pida las elecciones anticipadas.

—No nos vamos a quedar mirando —cuestionó Arrimadas.

—Claro que no. Si se avecinan elecciones, vamos a hacer campaña antes que nadie. Escucha. El Gobierno quiere nuestro apoyo para los presupuestos, ¿verdad? Pues aprovechemos esa dependencia para exprimir a Rajoy y sacar pecho frente a nuestro electorado. Por ejemplo, si Rajoy cede en la equiparación salarial de policías, le vamos a exigir que también equipare a profesores y hasta a bomberos… Luego nos ponemos la medalla. Lo mismo hacemos con las pensiones, con la crisis en Cataluña…, con lo que sea. Aquí mismo entramos en modo permanente de campaña.

 

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