Capítulo 9: Creer para ver

Lledoners, martes 16 de octubre

Parecían escuchando a un apóstol. Un puñado de reclusos y un par de guardias del módulo 2 rodeaban a Junqueras a la luz de la luna en un pequeño patio. No eran horas para reunirse, pero las reglas se habían flexibilizado desde que los líderes del “procés” habían sido trasladados a aquella cárcel.

Ni siquiera hacía falta que la directora del centro penitenciario facilitara permisos por escrito (que lo hacía sin problema; más se demoraban en pedir un permiso que ella en otorgarlo). Algunos guardias, fascinados por los políticos independentistas, y embelesados particularmente por la figura cuasilegendaria de Junqueras, se comportaban más como discípulos que como carceleros. Casi sentían vergüenza de su posición de autoridad en la prisión.

Junqueras les hablaba sobre “La colección invisible”, un cuento de Stefan Zweig que había leído en su anterior confinamiento, en Estremera. Trata de un viejo ciego apasionado por su valiosísima colección de estampas. Las manipula sin verlas todas las tardes y puede describirlas con extrema precisión gracias a su memoria eidética. Lo que no sabe es que su familia ha estado vendiendo aquellas piezas para sobrellevar las dificultades económicas, remplazando cada sello con láminas en blanco.

 

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Junqueras, “sos un elegido”

(Lectura estimada: 2 min 31 s)

—El viejo es profundamente feliz al creer que mantiene su tesoro intacto, pero en realidad sostiene en sus manos un montón de papeles sin valor —dijo Junqueras.

Solía ocurrir que cualquier conversación con aquel hombre terminara en un argumento a favor de la independencia. Esta vez, quien forzó el tema fue “Cali”, un recluso colombiano cuyo apodo honraba a su ciudad de origen y también indicaba que, de alguna manera, en Lledoners estaban bien enterados de los detalles de “La casa de papel”.

—O sea… —quiso reinterpretar “Cali”—, España está ciega y cree que Cataluña es como parte de su colección, pero a la hora de la verdad los catalanes no le pertenecen más.

Junqueras sonrió. Su respuesta sonó a nostalgia:

—Un amigo, que es muy crítico de lo que hemos hecho, me dijo que el cuento lo hace pensar en la república que proclamamos hace un año… Y tal vez tiene razón… —admitió con sentimiento de culpa—. Tal vez muchos catalanes sienten en sus manos algo que en realidad no está ahí. Al menos no todavía… Y bueno, lo que el cuento sí parece demostrar es que vemos aquello en lo que creemos, y no al revés. Es decir, la frase no debería ser “ver para creer”, sino “creer para ver”. Mi amigo cree que la república catalana es una mentira, y eso es lo que ha visto en el cuento. “Cali”, en cambio, cree en la ceguera de España, y eso es lo que él ha visto en la historia de Stefan Zweig.

La luna iluminaba a todos por igual, pero quienes escuchaban a Junqueras veían un halo especial en él (lo veían porque creían, no al revés).

A lo lejos se empezó a escuchar la voz de Joan amplificada por un megáfono. En Lledoners llevaban meses oyendo a aquel joven, deseándoles buenas noches a los líderes separatistas, desde las afueras de la cárcel.

Junqueras se puso de pie. Buscó emocionado una posición en la que pudiera proyectar mejor su voz. No siempre estaba en un espacio abierto para contestar al saludo nocturno. Esperó. Los presos y guardias observaron la escena con expectación.

—¡Buenas noches, Jordi Cuxart!… —decía Joan en catalán—. ¡Buenas noches, Jordi Sánchez!… ¡Buenas noches, Oriol!…

Junqueras enderezó su tronco, aspiró una buena porción de aire por la boca, levantó los codos, improvisó un altavoz con las manos y lanzó su voz grave hacia el cielo:

—¡Bona nit!… —gritó con todas sus fuerzas desde aquel patio.

Aunque no era la primera vez que pasaba, reclusos y funcionarios sintieron escalofrío. Varios lo habían ya comparado con el grito de un espartano. Se emocionaron aún más cuando escucharon el júbilo de quienes, a lo lejos, celebraron excitados la respuesta de Junqueras. Su <<¡bona nit!>>, aunque apenas había alcanzado a oírse desde afuera, llegó como una onda de inspiración al pequeño grupo de independentistas que acompañaba a Joan en su beso diario de las buenas noches.

—Vos sos un elegido, hermano —le aseguró “Cali” a Junqueras—. De verdad que sí.

El Presidente de Esguerra Republicana de Cataluña se sonrojó.

—Pero si te lo acabo de decir —replicó Junqueras con genuina modestia—. Lo ves así porque lo crees así.

Iglesias, sexi y de película

(Lectura estimada: 2 min 2 s)

Viernes 19 de octubre

Los vehículos que transportaban a Iglesias y a sus acompañantes se aproximaron a la entrada de la cárcel de Lledoners. El líder de Podemos sonreía con vanagloria. Se sentía importante, sexi, audaz, histórico, de película.

Las cámaras de las televisiones se encendieron para grabar el ingreso. Los fotógrafos accionaron sus obturadores a discreción. Los periodistas tuvieron certeza de quiénes llegaban cuando los coches disminuyeron la velocidad en la puerta de acceso de la prisión.

Iglesias asistía a la reunión con dos representantes directos de la alcaldesa de Barcelona: Asens, número dos en el ayuntamiento de la capital de Cataluña, y Lucía, con asiento en el Congreso de los Diputados. Podía suponerse que la alcaldesa Colau enviaba a estos delegados, de su máxima confianza, para garantizar la seriedad de una oferta que traía entre manos.

Quien más hablaba, sin embargo, era Lídia, experta en periodismo parlamentario y económico, responsable de prensa en el Congreso de los Diputados y al tanto de la negociación de los presupuestos.

—La Vanguardia dice que eres un “presidente a la sombra”, que no está mal, ¿eh?… —contaba Lídia a Iglesias sin dejar de ver el móvil—. Los demás, más o menos, repiten lo mismo: que vas a negociar el apoyo a los presupuestos, que también viene bien. Significa que te conceden más poder del que tienes… Ahora, que están los mala leche en Twitter, los que dicen que eres “el número dos” de Sánchez. Muy desinformados… todos sabemos que eres el número uno…

Pocas personas como ella podían entender los diferentes mundos e intereses que se entrelazaban aquella tarde en Lledoners. Estaba curtida en la realpolitik de Madrid, pero también había sumado minutos en campañas electorales catalanas. Conocía en detalle tanto el discurso nacional de Podemos como el mensaje ambivalente de la alcaldesa Colau en Barcelona. Además sabía caminar sobre las aguas conceptuales de “la república”, tanto española como catalana. Nadie como Lídia para gestionar la relación con los medios de comunicación.

—Cómo serás el número uno que ya El País está escribiendo editoriales que nosotros sugerimos —se jactó ella con Iglesias—. No olvides decirle a Junqueras que mañana sale publicado.

Se separaron en un punto. Los únicos autorizados para ingresar eran Iglesias y los compromisarios de la alcaldesa Colau. Un guardia le alcanzó a hacer una señal al líder de Podemos para cachearlo. <<¡Pero qué haces!>>, advirtió entredientes un compañero. <<Ellos pueden seguir así, sin que los registremos>>.

“Presionen a Sánchez”

(Lectura estimada: 2 min 5 s)

Mientras más avanzaba, mientras más puertas se abrían ante él sin que le tocaran uno solo de sus largos cabellos, Iglesias se sentía más importante, más sexi, más audaz, más histórico y más de película.

Cuando se encontraron en el salón dispuesto para la cita, todos se saludaron con efusivos abrazos y distendidos comentarios. A Junqueras ya lo acompañaban sus copartidarios de ERC: Sardà, diputado en el Parlamento de Cataluña, y Tardà, portavoz en el Congreso de los Diputados.

Parecía más una reunión de egresados que una visita a la cárcel. Iglesias le lanzó a Junqueras el piropo más predecible del mundo: <<Pero qué fino estás>>. El líder de ERC, que en efecto había bajado de peso y dedicaba buen tiempo a hacer deporte, replicó con una broma igual de predecible: <<Por eso he hecho que me encierren. Es el mejor de los regímenes>>.

Hablaron de todo antes de hablar de lo importante: la familia, el trato de los guardias, la relación con los otros presos, el día a día, la comida, el ejercicio, las celdas, la cama. Cuando los temas para romper el hielo parecieron agotados, hubo un largo silencio que indicó el momento de empezar a entrar en materia.

—Tal vez no es la manera más amable de iniciar este diálogo —alertó Tardà—, pero sí es, al menos, la manera más honesta y transparente: lo hemos discutido ya, y reafirmarmos que no negociaremos los presupuestos con el Presidente si el Gobierno no hace un movimiento definitivo para evitar que los presos políticos sean procesados por rebelión.

Iglesias asintió con la cabeza.

—Me parece que así debe ser… —dijo el líder de Podemos, sorprendiendo a sus interlocutores—. No he venido a decirle a Junqueras que quite la presión sobre el Gobierno. Hacen bien en presionar. Hay que insistir en un gesto del Presidente, que seguro llegará… No sobra advertir que si empujan demasiado pueden llevar la situación al límite, y la verdad es que una solución al conflicto fluye mejor con este gobierno socialista que con el PP…

Iglesias le pidió a Lucía que repartiera a sus interlocutores copias del editorial de El País previsto para el día siguiente.

—Básicamente, y eso es una gestión nuestra —aclaró Iglesias—, el editorial sugiere que el Tribunal Supremo reconsidere la prisión preventiva de los líderes independentistas.

El líder de Podemos concedió unos segundos para que el grupo de ERC leyera el texto completo. Junqueras le hizo a Tardà un gesto de <<está bueno esto>>.

No una, sino dos repúblicas

(Lectura estimada: 2 min 24 s)

—Ya hablaremos más de este tema —retomó Iglesias—, pero, si me lo permiten, quisiera dedicar más tiempo a otra cuestión, digamos, a otro frente que de alguna forma hemos estado atendiendo, pero de manera separada, cuando sería mucho más útil que nos coordináramos y uniéramos fuerzas… Yo creo que hace falta que presionemos juntos al Estado, no solo al Gobierno, con algo más que los presupuestos. Al final, vamos en búsqueda de lo mismo: una república, ¿no? Ustedes, una república catalana. Nosotros, una república española. Y en ese propósito, tenemos un “enemigo” común más allá del presidente de turno.

Junqueras, que como ajedrecista sabía anticipar movimientos, cogió la idea en el aire.

—Quieres una estrategia conjunta contra la Corona —adivinó el líder de ERC.

Iglesias, que iba a dorar más la píldora porque creía estar contando una entretenidísima historia de suspenso, se frustró al ver que le habían dañado el final.

—Ehh… Mmmm… Pues… Sí… Sí… —respondió el podemita resignado—. Exacto… Creo que hasta ahora hemos hecho acciones aisladas. Por ejemplo, en Podemos estamos presionando fuertemente para que el rey Juan Carlos responda por estas informaciones que han salido de los audios del comisario Villarejo y nos hemos quedado un poco solos en el intento. Creo que debería haber mayor protagonismo de los catalanes en esa exigencia.

Junqueras y Tardà cruzaron miradas.

—Pues es verdad —dijo el segundo—, podríamos involucrarnos más.

—De nuestra parte también ha faltado más…, dijéramos…, ha faltado más sentido de la oportunidad —reconoció Iglesias—. El Parlamento Catalán pidió abolir la Monarquía, y nosotros no le dimos continuidad a esa idea. Por eso, precisamente, he venido con este par de amigos que representan a la alcaldesa Colau. Vamos todos a sumarnos a ese esfuerzo, de manera que el Ayuntamiento de Barcelona hará lo mismo que el Parlament de Cataluña.

Junqueras, a quien la cárcel le había dado un duro golpe de realismo, era más escéptico que nunca frente a cualquiera que pintara pajaritos en el aire.

—¿Exactamente qué te imaginas? —cuestionó el líder de ERC—. ¿Que tú vas a ser el presidente de una España republicana y yo el de una Cataluña independiente y soberana? ¿Crees que en unos años vamos a tener reuniones bilaterales, de país a país, para tratar de temas económicos y culturales?

—No soy un tipo ingenuo —contestó Iglesias sonriendo ante la ironía—. Lo más probable es que no nos alcance la vida para ver cumplidos nuestros sueños republicanos, pero creo que sí estamos marcando el camino para que otros nos releven y lideren los siguientes pasos. A cada generación le corresponde poner un ladrillo. Este es el nuestro… Ahora, permitámonos un poco de sana fantasía: es cierto que a los independentistas les va mejor con Sánchez como Presidente, pero también es verdad otra cosa… les iría mucho mejor conmigo como Jefe de Estado.

Todos rieron.

La Corona, siempre en peligro

(Lectura estimada: 2 min 52 s)

La Zarzuela, miércoles 31 de oct.

La Princesa de Asturias practicó aquella mañana, y por última vez, la que sería su primera lectura en público. Lo hizo de pie en una escalerilla, frente al atril del Rey.

En esta ocasión no estaban grabando ni tenían prendidas las luces de televisión con las que habían ensayado decenas de veces. Como espectadores en primera fila solo seguían la reina Letizia y la fonoaudióloga contratada para asesorar a la infanta.

—Título preliminar. Artículo uno. Uno. España se constituye en un Estado social y democrático de derecho…

Que la Constitución fuera el texto escogido para este debut, siendo Leonor una niña de apenas 13 años, era bastante indicativo de lo que se esperaba de ella para el resto de su vida: ser la reina de una monarquía parlamentaria, y nada más.

Al fondo del salón, un poco a la sombra, observaba su padre. Tras haber dado todas las muestras de confianza y consejos posibles, ahora solo contemplaba mientras compartía sofá con la Mánager.

—Los ataques contra la Monarquía y contra mi familia han sido, desde siempre, cosa de todos los días —le dijo en voz baja el rey Felipe a Manuela—. Y no son lo mismo, ¿eh? La Monarquía es una institución en la que nosotros tenemos unos roles. La Monarquía es esto —Señaló al atril con la mano—: es una infanta preparándose para leer la Constitución en frente de los poderes del Estado y de cámaras de televisión. Mi familia es otra cosa. Mi familia es aquella niña a la que le falta un poco el aire porque se pone nerviosa. Mi familia es esa otra hija que me reclama porque no puede tener una vida más normal, a pesar de que no será reina…

Letizia aplaudió. Felipe hizo lo mismo. Habían acabado el último ensayo. La fonoaudióloga felicitó a la Princesa: <<De verdad que lo haces fenomenal>>. El Rey animó a su hija desde su silla mientras ella descendía de la escalerilla: <<Lo vas a hacer muy bien esta tarde, cariño. Estoy muy orgulloso de ti>>. Leonor le respondió con una sonrisa. Ella y su madre se despidieron con la mano mientras abandonaban el salón.

—Le hablaba de los ataques de toda la vida contra la Monarquía y contra mi familia —continuó Felipe su charla con Manuela—, que no son lo mismo, y aún así es imposible separar una cosa de la otra. Si se ataca a la Monarquía, así sea como institución, mi familia se siente afectada, y si nos critican a nosotros, la Monarquía se ve perjudicada… No le cuento esto para quejarme, sino para explicarle que así son las cosas. Estar en el ojo de la opinión pública hace parte de nuestra vida. Prepararnos para cumplir unos roles ya escritos hace parte de nuestra vida. Defender a la Corona, y a nosotros mismos, hace parte de nuestra vida.

La Mánager valoró la franqueza del Rey. Por supuesto, no se creía ni por un segundo que los miembros de la familia real fueran unas pobres víctimas del cruel destino, pero sí entendía que tuvieran sus propios conflictos y dilemas.

—Yo no creo que este sea un ataque más —replicó Manuela—. Lo que quiero decirle es que la Monarquía, pienso yo, corre un serio peligro.

—Y lo que yo quiero decirle —reviró Felipe— es que la Monarquía siempre ha corrido peligro.

La Mánager arrugó los ojos. No se esperaba tal reconocimiento.

La confesión de un rey

(Lectura estimada: 2 min 55 s)

—Desde que tengo uso de razón —prosiguió el Rey— he visto a mi padre trabajar para defender esta institución y a su familia, porque desde que tengo uso de razón la gente ha desconfiado de nosotros. No recuerdo un solo momento en que la Corona haya estado exenta de ataques y cuestionamientos. ¿Corremos peligro porque el Parlamento de Cataluña quiere abolirnos?… ¿Y a quién sorprende eso?… ¿Que el Ayuntamiento de Barcelona ha pedido lo mismo?… ¡Vaya noticia!… ¿Que un venido a más como Iglesias, con aires de superioridad moral, está atacándonos por las indiscreciones de mi padre con sus “amigas entrañables”? Pues mire: si a algo nos hemos acostumbrado en la Zarzuela es a la superioridad moral de la gente y a las indiscreciones de mi padre.

Manuela disfrutó boquiabierta, fascinada, el realismo de Felipe.

—¿Usted cree que…? —la Mánager dudó sobre cómo hacer la pregunta—. ¿Usted cree que algún día… España dejará de ser una monarquía parlamentaria?

—¡Pero claro! —contestó el Rey de manera categórica—. Estoy absolutamente seguro de que la Corona desaparecerá. Obviamente, no seremos nosotros quienes renunciemos a esta labor, pero llegará el momento en que otros lo decidan así. No le quepa la menor duda. Es más, mi hija… ¿Ve cómo esto no responde a un capricho? Mi hija acaba de leer, y leerá en público más tarde, el artículo uno de la Constitución: “La soberanía nacional reside en el pueblo español”. Ya está. El día que haya suficiente consenso no habrá más monarquía, así de rápido —enfatizó haciendo un chasquido con los dedos—. Y cuando eso ocurra, mal que bien, a esta familia le estarían haciendo un favor. Porque… vuelvo a mi hija, ¿qué están haciendo las niñas de su edad? Planean reuniones de amigas, hablan de chicos que les gustan, ponen las fotos que quieren en las redes sociales. ¿Y Leonor? Ella aprende a decir en un atril unos párrafos de la Constitución. La pobre ni siquiera puede escoger la ropa que se pone. Si quisiera usar una joya en la nariz o raparse media cabeza no se atrevería ni a pedirlo. Y en cualquier caso la criticarán. Por lo que sea. Por el peinado, por el maquillaje, por las palabras que use o deje de usar… Desde ya se cuida de comer lo justo para no permitir que otros especulen con su peso y terminen escribiendo páginas enteras sobre su cuerpo o sobre algún desorden alimenticio… Pero insisto, esto es lo que sabemos hacer: aguantar. Esto es lo que yo puedo enseñar como padre. Ya le llegará a Leonor el turno de tomar sus propias decisiones y seguramente yo aprenderé de ella. Si algo hacen los hijos por instinto es llevar la contraria, no importa si eres Rey. Todos hacen que los padres entendamos a la fuerza el cambio de los tiempos. Es increíble, pero mis niñas me han enseñado un montón sobre la vida sin proponérselo. Mi padre podrá decir lo mismo: ha aprendido de todos sus hijos, más de lo que cualquier tutor le haya podido enseñar.

Lo de Felipe fue un evidente desahogo. Por mucho que diera por “usuales” los ataques a la Corona, no podía dejar de preocuparse.

—¿Y usted?… —le preguntó el Rey a la Mánager—. ¿Qué le ha enseñado usted a su madre, así sea a la fuerza?

Manuela reflexionó sinceramente sobre el tema y contestó sin matices:

—Afortunadamente, no creo que mi madre haya aprendido muchas cosas de mí.

***

 

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Advertencia: ESTO ES FICCIÓN

Aquí se recrea la actualidad de España con situaciones imaginadas, diálogos inventados y personajes ficticios. Dicho de otro modo: esta es una caricatura de la realidad, una parodia, un ejercicio de imaginación. Esta es una novela de Ficción CoyunturalFC.

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